El pasado 16 de Abril de 2017, el pueblo turco votó en favor de que el país adquiera un sistema presidencial. Bajo este nuevo sistema se elimina la figura del primer ministro, el presidente ahora liderará todo el poder ejecutivo, se aumenta la cantidad de miembros en el parlamento de 550 a 600 miembros, se reduce la edad para ser elegido diputado de 25 a 18 años y el presidente propondrá los presupuestos. También, el presidente podrá ahora nombrar ministros sin la aprobación del parlamento, podrá disolver el parlamento y nombrar a más de la mitad de miembros del Tribunal Constitucional. Además, el presidente ahora podrá liderar un partido político y el término del presidente será de 5 años. Ante este panorama, el único beneficiado por esta reforma es el presidente Recep Tayyip Erdogan quien ahora podrá estar hasta 2029 como presidente de Turquía. Tras el colapso del Imperio Otomano y la firma del Tratado de Lausana, Turquía se consolidó como un estado.
A pesar del secularismo y la democracia que líderes como Mustafá Atatürk promovieron en el país, Turquía ha sufrido múltiples golpes de estado y entre los años 1940’s-1960’s hubo fraude en casi todos los procesos electorales que allí se celebraron. Con la victoria electoral de Erdogan en 2003 y su posterior investidura como primer ministro, la democracia se consolidó en el país. Debido a esto, la Unión Europea (UE) comenzó el proceso de adhesión de Turquía en 2005 e incluso Ankara consideraba públicamente el abandonar la ocupación militar de Chipre. Lastimosamente, a principios del 2010 y como resultado de su ideología neo-otomana, Erdogan comenzó abiertamente a perseguir a los periodistas, a encarcelar a miembros de la oposición e intensificó su retórica anti-kurda. Incluso tras finalizar las conversaciones de paz con los kurdos en 2012, Erdogan incoó una salvaje represión contra los kurdos al este y al sureste del país. En 2003, Erdogan estableció la “policía religiosa.” Este ente “de seguridad” busca el que toda la población lleve a cabo prácticas y conductas acorde con el Corán durante cualquier festividad islámica. Esto explica el porqué Erdogan ha apoyado la actual política de que todo ciudadano que nazca en Turquía deba registrarse como musulmán.
El apoyo de Erdogan-directo e indirecto- al terrorismo islamista, su omnipotencia en las instituciones públicas y su apoyo a la pena de muerte, han llevado a Turquía al desastre. Por ende, Turquía no debe ser parte de la UE. Pero ya que Turquía es un enclave vital para Europa en el Medio Oriente, la UE debe buscar desarrollar con Ankara una relación como la que creó la Comunidad Europea del Carbón y del Acero. A pesar de sus nuevos instrumentos, la “Turquía de Erdogan” ganó un referéndum muy amañado en el que a 2 millones de kurdos se les negó votar por haber sido despojados de la ciudadanía turca y en el que 30,000 sobres con votos de personas con impedimentos estaban abiertos. Por lo que la validez de este referéndum es bastante dudosa.
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