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Sunday, November 27, 2016

Fidel Castro: El legado del dictador de América

El 25 de noviembre de 1956, el yate Granma (una pequeña embarcación comprada por Fidel Castro y su medio hermano Raúl) comenzó a navegar cautelosamente por las quietas aguas del río Tuxpan, México para intentar llegar a Cuba junto a otros 83 pasajeros, entre ellos el joven doctor argentino Ernesto Guevara. Su meta: comenzar una revuelta armada junto a los agricultores cubanos quienes junto a la sociedad civil sufrían las duras represiones del dictador Fulgencio Batista. Fulgencio, quien había accedido al poder a través de un golpe de estado en 1952, coincidentemente había trabajado con el padre de Fidel Castro, Angel Castro Argiz (un inmigrante gallego), en los cañaverales camagüeyanos. Tras la victoria “revolucionaria del movimiento 26 de Julio (26-J), Fidel proclamaba victoria en la Habana el 1 de Enero de 1959 e incluso dejaba claro que él “no buscaba el poder.” Sin embargo, ese mismo año, su increíble astucia generaba un slogan que duraría para siempre en el subconsciente del pueblo cubano tanto en el exilio como en la isla: “¿elecciones para qué?” Dicho slogan dió paso a la adopción del marxismo-leninismo como base para la creación de una dictadura que se ha destacado por las “paredes de sangre,” la pobreza y la represión.

      Pero hay muchos aspectos de la vida de Fidel de los que muy poco se ha hablado o escrito. Por ende, quiero profundizar en alguno de ellos. Durante su etapa universitaria, Fidel era un acérrimo líder anticomunista (a diferencia de Raúl quien antes de ser parte del 26-J ya era comunista y gracias a las riquezas de su padre había viajado a la Unión Soviética para asistir a conferencias juveniles sobre el sistema político de dicho país) en la Universidad de la Habana y pertenecía a la Unión Insurreccional Revolucionaria (UIR). La UIR era una organización que mantenía un ávido pulseo contra la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), liderada por Manolo Castro, por controlar el liderato político estudiantil. Tras la muerte de Manolo Castro en 1948 (líder de izquierda en la Universidad de la Habana), las acusaciones sobre Fidel Castro no se hicieron esperar no solo porque poseía el seudónimo “del gángster de la UIR” sino porque había sido vinculado con otros asesinatos realizados contra miembros de la FEU. Quién habría imaginado que tras luchar por ser aceptado en el Partido del Pueblo Cubano (un partido de centro, nacionalista cubano) y de haber sido anticomunista, años más tarde, Fidel utilizaría a la FEU para adelantar la agenda del Partido Comunista Cubano (tras finalmente haberse aliado a la Unión Soviética en 1961 y de adoptar al comunismo como el motor de su dictadura).

      Ya en el poder, el régimen de Fidel se destacó por provocar la “Crisis de los Misiles,” por cometer crímenes de guerra en la “Operación Carlota” en Angola y por apoyar a la coalición árabe (compuesta por Egipto y Siria) que atacó a Israel en 1973 durante la celebración de Yom Kippur; el día más sagrado para los judíos. Los 49 años que Cuba pasó bajo el manto omnipotente de Fidel trajeron consigo un embargo económico estadounidense que aumentó la pobreza en un 73% entre 1961-1978 y el exilio de más de 2 millones cubanos hacia los Estados Unidos, España, Italia, México, Canadá, Suecia y otros países.
      La muerte de Fidel produce un hueco inimaginable para “la revolución” no de estirpe simbólica, sino de legitimidad ante este fenómeno globalista llamado “Siglo 21.” Con la muerte de Fidel y la edad tan avanzada de Raúl, todo apunta a que será Miguel Díaz-Canel, Vicepresidente de Cuba, quien dirija la revolución. Una nación que ve la “llegada” de los Estados Unidos con optimismo, pero que está harta del castrismo y sus impostoras promesas. Una Cuba que ya no ve a los “yanquis” con recelo. En una entrevista entre Fidel Castro y Lula Da Silva en 2008 el primero confesó: “Cuando se produjo la desintegración de la Unión Soviética, que fue para nosotros como si dejara de salir el sol, la Revolución Cubana recibe un golpe demoledor.” Hoy, para los cubanos en el exilio y en la otra ala del pájaro que junto a Puerto Rico forman un ave, el sol ha vuelto a brillar, aunque sea pasajeramente.



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