Daesh: La Secuela De Una Invasión

En Enero de 2014, un grupo yihadista que se acababa de desprender de la célula de Al-Qaeda en Irak le arrebató a las fuerzas de seguridad iraquíes la ciudad de Faluya y partes de la ciudad de Ramadi en solo horas. En esta batalla, la cual dió paso a otra guerra en Irak, los soldados iraquíes no solo huían dejando atrás sus armas, tanques y hasta su propia ropa, sino que los soldados que eran capturados eran decapitados. Así es como ISIS (Daesh, en árabe) debuta como entidad solitaria; con una aplastante operación militar.  Posterior a esta batalla, Daesh triplicó su tamaño contando así con 50,000 combatientes para principios de 2015. Su líder, Abu Bakr al-Baghdadi (quien en 2013 se reunió con el senador John McCain tras una visita de este último al Ejército Libre de Siria en dicho país), estuvo preso en la cárcel militar estadounidense “Camp Bucca” (la meca del yihadismo suní moderno). En “Camp Bucca” estuvieron presos militares, generales y yihadistas afines a Sadam Hussein. Fue allí donde Daesh nacería y donde muchos de sus principales cabecillas fueron reclutados. Inteligentemente, Daesh supo aprovechar a su favor el malestar de los suníes debido a los asesinatos masivos contra éstos al norte del país en 2012 y la salida de Estados Unidos de Irak para comenzar a operar a gran escala en Irak. Para acrecentar su popularidad, Daesh ha recurrido a la propaganda para atraer a combatientes de todo el mundo en especial de países como Túnez, Bélgica, países balcánicos, etc.


       Quienes deciden unirse a la “yihad,”  llegan a territorio sirio e iraquí a través de Turquía. Indiscutiblemente, Daesh no es un fenómeno que apareció de la nada. De hecho, comenzaron a participar en la Guerra Civil de Siria en 2012 (tras la erupción de la Primavera Árabe en 2011) nutriéndose de rebeldes sirios y financiando sus actividades a través de la venta de cocaína y donaciones que recibían por parte de empresarios saudíes. Es más, existe evidencia que Turquía no solo les ha provisto atención médica en la frontera con Siria, sino que les ha equipado con armas a través de convoyes de NGO’s y bombardean posiciones kurdas en contra de Daesh en la frontera entre Siria y Turquía. Inclusive, Estados Unidos ha bombardeado posiciones del gobierno sirio por “error” en frentes contra Daesh. Tras expandir su dominio, declararon un califato a caballo en Siria e Irak con un tamaño parecido al de El Salvador en 2014.


       El nuevo califato estableció instituciones “educativas” en la que los adolescentes aprenden el corán en la mañana y en la tarde aprenden a disparar, restablecieron la “Sharia” como ley suprema, las mujeres pueden ser tomadas como esclavas (en especial las mujeres yazidíes) y los que se nieguen a convertir al islam (o incluso los homosexuales) son decapitados, crucificados o lanzado con los ojos vendados desde los techos de los edificios. Su economía depende enormemente de la venta ilegal de petróleo a países como Turquía, tráfico de drogas, altos impuestos a las poblaciones que conquistan y obviamente de las donaciones extranjeras que reciben. En cuanto a tácticas de combate, utilizan “lobos solitarios” que se inmolan para matar personas en zonas densas (tanto en Siria e Irak como en Europa), utilizan carros bomba para atacar civiles y entidades gubernamentales, cuando pierden alguna batalla dejan todo el área repleto de artefactos explosivos y sin dudas, poseen excelentes francotiradores.
       Sin embargo, y aunque la “Toma de Mosul” (de la cual se espera que haya más de 1 millón de desplazados y solo existe actualmente vivienda para 60,000 desplazados) por parte de las milicias chiíes iraquíes, el gobierno iraquí y los “peshmerga” junto al apoyo de la coalición aérea de Estados Unidos sea exitosa, Daesh es un fenómeno que no tiene fronteras. Grupos terroristas como “Boko Haram” en Nigeria le han jurado lealtad al igual que otras organizaciones yihadistas en Filipinas, Libia, Yemen, Indonesia y Egipto. Daesh no solo es una organización militar, sino toda una institución ideológica. Una ideología que regímenes como el de Qatar apoyan económicamente y proveyendo armamento que obtienen de Estados Unidos. Por ende, esta ideología sólo puede ser acabada por los propios musulmanes, no con guerras y bombardeos.