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Saturday, November 14, 2020

El Islam Que Yo Quiero

 Naturalmente, el radicalismo religioso y el fanatismo pueden llevar al desastre, y eso es lo que ha pasado en Europa en los últimos años.

Muchos jóvenes en países como Austria, Bélgica, , Francia, entre otros, han asumido posturas islamistas radicales y extremistas, y en nombre de organizaciones yihadistas a miles de kilómetros de ellos, han traído sangre y odio al interior de nuestras fronteras occidentales.

Ante esta realidad, ya no me parece coherente pensar que la marginación, la pobreza y la falta de oportunidades ha llevado a que estos jóvenes (principalmente hombres)-criados y educados en Europa; muchos de ellos en hogares económicamente prósperos-se revelen contra sus compatriotas en una actitud de resentimiento e inspirados en recibir en recibir 72 vírgenes si mueren en nombre de Di-s. Una actitud egoísta y nauseabunda que estos jóvenes asumen para legitimar los valores más radicales de su religión, crear miedo y dejar salir el rencor que sienten  como resultado de la herida abierta que quizás el legado colonial de muchas potencias del siglo XX dejaron en la tierra de sus padres. 

A pesar de ello, esto no explica porqué más de 80,000 musulmanes extranjeros han ido a combatir a Irak o Siria en los pasados años. Porqué muchos han creído en ver el renacer de un supuesto califato en un mundo unipolar y globalmente concordante en que a nivel militar no puede existir otro ente más que represente algún peligro, ni de asomo, al orden existente. 

Quizás esos jóvenes han creído en repetir la historia y aplastar a los “infieles” así como Mahoma lo hizo al decapitar a los más de 900 judíos de la tribu Banu Qurayza cuando éste los quería obligar a vivir bajo sus términos (irónicamente Mahoma vivió con ellos cuando se escapó de La Meca en su exilio en Medina; no es casualidad que en él  no coman cerdo y que practiquen la circuncisión como lo hacemos en el judaísmo). 

Por consiguiente, lo que nuestras retinas han presenciado en París o Viena recientemente no es una novedad. La influencia económica de las escuelas wahabistas, principalmente aquellas localizadas en los estados del golfo, han hecho que las mezquitas y comunidades musulmanas en Europa sean vistas como entes de poca confianza y que solo sean relevante en la prensa cuando uno de sus miembros decapita a un compatriota suyo o cuando uno de sus imanes dice-en el corazón de Copenhague-que “el día final no llegará hasta que combatamos y matemos a los judíos”. 

En consecuencia, nos encontramos ante un fenómeno que evidentemente ya no solo hay que combatirlo en el Medio Oriente como argumentaba George W. Bush en su famosa estrategia de seguridad nacional post-9/11. También, hay que combatirlo en el interior de nuestros países para poder reducir la influencia del radicalismo y el odio que países como Venezuela facilita dentro de su territorio a organizaciones como Hamas y Hezbolá con la ambición futura de trastocar los principios occidentales que nos han llevado a la estabilidad y al éxito dentro de un mundo individual imperfecto. 

Para apaciguar las tendencias religiosas más radicales-en especial dentro del -hay que comunicarse con esos entes, integrarlos y trabajar juntos para que esos inmigrantes musulmanes del Norte de Africa y Medio Oriente-y por consiguiente sus hijos-entiendan, respeten y acepten los principios de nuestros países y aprecien los valores que nos han hecho ser sociedades de bien dentro del marco legal existente. Sociedades donde dentro del respeto, la libertad individual y religiosa, y el derecho a crecer han sido la matriz que ha permitido la cohesión política heterogénea vigente, el respeto al libre albedrío y la estabilidad económica de la que gozamos hoy día.

Para que así, el sueño que la mayoría de ellos tiene de poder crecer, empoderarse y ser ciudadanos de bien se cumpla a cabalidad. 

Empero, este nuevo frente-en oposición a lo que vemos hoy día en Nagorno-Karabaj-hay que defenderlo y combatirlo hasta que se deje de extender masivamente como el . Ese antagonista al que nos enfrentamos es el odio.




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