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Monday, January 30, 2017

La Rusia Soviética de Putin: Del desastre a la utopía del Mar Negro


      Hace aproximadamente un mes y medio, la Sociedad Geográfica Rusa galardonó con un reconocimiento a un niño de 9 años por éste saberse las fronteras de todos los países del planeta tierra. Durante su intervención, el presidente ruso, Vladimir Putin, le preguntó al niño que cuales eran las delimitaciones geográficas de Rusia. El niño, de modo espectacular, le precisó al presidente correctamente cuales son las fronteras que delimitan con la Federación Rusa. Sin embargo, algo interesantísimo ocurrió. Putin le respondió: “La fronteras de Rusia no terminan en ninguna parte.” Aunque esto parezca gracioso, no lo es. Tras su llegada a la presidencia el 7 de Mayo en el 2000, la impresión que generó Putin en Occidente fue una de mucho agrado no solo porque haya sido Vicepresidente de Rusia bajo la administración de Yeltsin, sino porque sus posturas y tono eran totalmente europeas y liberales. Entre los primeros nombramientos que realizó en su gabinete se encontraba el prominente economista, German Gref. Gracias a Gref se establecieron dos principios básicos (y los cuales harían luego crecer la economía de Rusia a un ritmo del 7% anual hasta 2008): la primacía del individuo sobre el estado, y la realización de reformas pro-mercado para fomentar la inversión y expandir la exportación del petróleo.


       Incluso, Putin llegó a visitar al presidente Bush en su rancho en Texas y muchas carcajadas nacieron de esa “amistad.” Sin embargo, y tras la implantación de la lucha “anticorrupción” que Putin inició en el 2003, todo cambió. Osea, no es que muchos de los que fueron arrestados fueran ángeles de la caridad, pero este fue el inicio de la Rusia autoritaria que hoy conocemos. Con la llegada de la crisis económica de 2008, Putin llevó a Rusia a cruzar una línea de no retorno. Y con el ascenso de el ex presidente Obama, las relaciones con Occidente se amargaron de tal modo que han habido ciberataques y expulsión de diplomáticos de modo recíproco. (No todo ha sido malo, lograron al menos un acuerdo de reducción nuclear que ambos países han violado).  El estado comenzó a nacionalizar empresas y junto con al auge que el gas natural y petróleo estaba generando, mucho de este capital fue utilizado para renovar el ejército ruso (en el que Putin ha gastado 750 billones de dólares desde el 2000) y en aumentar los programas sociales. El peso del estado en la economía es hoy día de un 72%; un auténtico estado socialista. Desde entonces, los salarios han caído en un 10%, la inflación ha aumentado en un 15%, el valor del rublo ha descendido de 30 rublos por dólar a 80 rublos por dólar en solo 8 meses, y hasta se proyecta que para el 2017 Rusia se quede sin efectivo.


       Ante este panorama, y tras haber anexado a la Península de Crimea en 2014, las cosas fueron de mal en peor. Estados Unidos y la Unión Europea impusieron sanciones sobre activos rusos en sus respectivos países y redujeron las importaciones de alimentos, ropa y tecnología agraria con Rusia. Obviamente, y aunque los Estados Unidos ha vuelto a exportar petróleo por primera vez en 40 años, estas sanciones son muy cuidadosas a la hora de sancionar entidades relacionadas con este sector porque entre la Unión Europea y Estados Unidos tan solo componen el 27% de la importación del oro negro ruso.  En su lucha por salir a flote, Putin se ha visto obligado a reducir su presupuesto, ha devaluado el rublo y hasta ha tenido una pérdida de 110 billones de dólares en su fondo de reserva nacional. Con la caída del valor del petróleo, se ha visto obligado también a tener que lograr un consenso en cuanto a producción de petróleo diariamente con la OPEP (y aunque no es miembro, ha dado este paso pro-Iranía para permitir que los iraníes puedan aumentar su producción diaria y endosar indirectamente así la competencia de Irán contra Arabia Saudí).


      Sin embargo, el “chiste” de las fronteras me preocupa. Ante sendo escenario, Putin no solo ha tenido la valentía de agitar Medio Oriente con su incursión en Siria, sino que ha revivido esa idea del armario ruso de moverse hacia el Mar Negro. Putin ha visto que los balcanes pudieran ser una salida a su crisis económica si le fuera posible utilizar sus recursos naturales. Tras tener “controlado” a Chechenia, Putin no solo ha utilizado sus recientes agresiones (el caso de Georgia y Crimea) como acciones simbólicas, sino que ha desarrollado “la teoría-utopía del Mar Negro” como yo le llamo. Esta teoría consiste en agitar a las minorías rusas en los países balcánicos y ex-repúblicas soviéticas, para invadirlas, y justificar estos actos con el hecho de que son “rusos oprimidos por regímenes controlados por Occidente.” Además, esta agitación “Putisiana” busca penetrar, específicamente, donde la iglesia rusa ortodoxa tiene adeptos.


      Y si esto ya ocurrió en menor escala en Georgia y a mayor escala en Crimea (ambos países que al momento de los hechos no eran parte de la OTAN), no me sorprendería que pudiera ocurrir en Latvia, Estonia, Polonia o Lituania. Y créanme, esta sería la primera prueba de fuego, real, que Trump enfrentaría. Tener que activar el artículo 5 de la OTAN es un deber moral que fue diseñado para eso mismo; evitar una agresión rusa en esta parte del mundo. Por lo que los besos y abrazos a Rusia deberían ser pospuestos. Una acción rusa como la antes descrita, dependiendo de si Trump reaccionara militarmente o no, podría desembocar en una Tercer Guerra Mundial. No como la que describió el Papa Francisco recientemente “a trocitos,” sino a porciones delimitadas y bastante grandes. Ante las agresiones rusas que previamente he mencionado, cabe destacar que el papel de la OTAN en los pasados 8 años ha sido magistral para detenerle (aunque sus acciones muy belicistas tiene a Moscú furioso).

      Estados Unidos, quien tristemente es quien provee el 62% del presupuesto de esta organización (y quien considero debería obligar por ley a todos los países de la OTAN a poner al menos el 3% de sus respectivos PIB’s para estos fines), ha incrementado sus tropas tanto en Polonia (actualmente hay 4,000 soldados en dicho país) y ha movilizado sistemas de misiles al país previamente mencionado y a Rumania. También, se mantiene realizando ensayos militares cerca de la frontera con Rusia y vuelos cerca del espacio aéreo ruso. (Aunque me gustaría añadir que la Otan ha hecho muy poco para detener el apoyo de Moscú a los rebeldes al este de Ucrania y detener su apoyo militar, logístico y de armamento a los rebeldes). La Rusia de Putin, quien ha visto estas acciones en su contra como “movidas beligerantes que amenazan su territorio nacional,” ha hecho movidas similares para dar vida a la “teoría-utopía del Mar Negro.” Putin ha creado la “Guardia Nacional” con 25,000 soldados a su estricta orden, y hasta ha movilizado recientemente misiles Iskander y S-400 a Kaliningrado con cobertura desde Lisboa hasta Kiev. Además, estos sistemas de misiles pueden acarrear misiles nucleares. Ante todo lo antes dicho, mi pregunta es, ¿será Svalbard el próximo escenario de esta incesable “Guerra Fría? ¿será el petróleo de esta isla administrada por Noruega, pero quien es de todos, quien haga estallar este conflicto? Todo depende de Trump y de nadie más.




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